Un libro que recoge las mejores fotografías de Tim Flach lo muestra en todo su esplendor.
Moctezuma sintió que el miedo lo paralizaba. Llegaba el ocaso de su reinado. Los augures del templo lo venían anunciando con toda suerte de calamidades.
Quetzalcoatl volvía a la tierra de los aztecas a recuperar su reino.Era su cuerpo lo que le había confirmado sus temores; su aspecto mitad humano y mitad animal. La serpiente emplumada tenía tronco humano, pero su parte inferior era la de una bestia desconocida.Moctezuma sintió, aun antes del encuentro con Cortés, que su mundo jamás volvería a ser igual. Lo que le había hecho sentir miedo era algo mucho más terrenal: en la playa de Yucatán, los aztecas habían visto por primera vez un caballo.
Nuestra especie ha sentido una especial admiración por él desde que aparecimos como especie, y reyes, nobles y hasta dioses han alabado sus virtudes.Los antepasados del caballo no eran mayores que un perro. Aquellos Hyra-cotherium o Eohippus del Eoceno (60-45 millones de años atrás) surgieron en el Hemisferio Norte y se fueron extendiendo paulatinamente.
El resultado de su evolución fueron las diferentes razas que hoy pueblan los cinco continentes. De todas ellas, la árabe es la que se considera más antigua –su origen se remonta hacia el 3000 a. C.– y, entre los entendidos, la más pura y hermosa de todas.
No en vano cuentan que el mismo Alá, cuando creó el caballo, le dijo: «Te llamarás `caballo´, serás árabe y tendrás el color castaño de la hormiga. Serás el señor de los demás animales. Los hombres te seguirán adondequiera que vayas; serás tan bueno para trabajar como para volar».Junto con el árabe, el andaluz o español es la otra estrella de las razas equinas.
Ya en las pinturas rupestres de cuevas próximas a Málaga se pintaron caballos similares a los actuales 5000 años a. C. El caballo español, cuya raza estableciera formalmente Felipe II a finales del siglo XVI, conservó la pureza de su raza gracias al trabajo de los monjes del monasterio de la Cartuja.
De aquellos caballos andaluces surgirían todas las razas americanas.Hoy, los caballos siguen siendo objeto de admiración, cuidado y codicia. Los precios que se pagan por ellos han llegado hasta puntos exorbitantes. En 2006 se vendió en pública subasta un caballo por 16 millones de dólares en el Estado de Florida, y un año más tarde los veterinarios tuvieron que sacrificar a Bárbaro, un semental valorado en 25 millones de dólares, que murió llevándose el título de ser el caballo más caro del mundo. Pero, mientras los criadores van mejorando las razas más puras y sofisticadas, el eslabón perdido entre aquellos Hyracotherium del Eoceno y los caballos actuales vive aún en las estepas de Kazajistán.
Es el caballo de Przewalski, un animal pequeño y fornido, de aspecto similar a un asno, que descubriera en 1879 el coronel de caballería ruso Nikolai Mijailovich Przewalski, al que debe su nombre. La caza y captura a la que se sometió a los caballos de Przewalski hizo que se lo diera por extinguido en libertad hace 60 años. Pero hoy, gracias a su reproducción en zoológicos y posteriores sueltas a partir del año 2003, el antecesor de todos nuestros caballos ha recuperado la libertad y sus manadas vuelven a trotar por algunas praderas protegidas de Polonia, Kazajistán, Rusia y Mongolia.
Fernando González-Sitges
No hay comentarios:
Publicar un comentario